Uno de los comentarios a un post
anterior me ha hecho reflexionar.
El comentario lo hizo Wilde y decía lo siguiente:
"La naturaleza es sabia, y es por eso que ella superará el cambio climático adaptándose a los cambios; nosotros no. Esa es la ironía total, que en realidad nos estamos suicidando sin más. Las especies animales también saben adaptarse a los cambios con el transcurrir del tiempo. El mundo vegetal, pues también. Al final ellos resucitarán. ¿Y nosotros?. Al lugar que nos corresponde por méritos propios. La nada."
No me ha chocado el pesimismo o el realismo que irradia, en mi fuero interno hay días en que yo pienso de un modo parecido.
Entonces…¿que sentido tiene nuestra lucha? Esta es un pregunta que me hago cada vez que me siento a escribir y a la que siempre trato de dar respuesta de una forma u otra.
Aquí siempre hablamos de cambiar hábitos, de cambiar de mentalidad hacia un mayor respeto por la naturaleza, de evolucionar hacia proyectos sostenibles.
Hoy día existe un atenuante, puesto que se trata de un cambio condicionado por la patente amenaza del cambio climático. Pero hoy me quiero centrar en el cambio social e individual, en la respuesta al cambio.
Partimos de la base de que se trata de un cambio positivo. Este punto podría ser discutible según para qué sectores; por ejemplo, una empresa que obtiene beneficios de actividades que implican degradación del medio. Creo que todos estaremos de acuerdo en que una actividad humana sostenible y respetuosa con el medio ambiente es un cambio positivo para el planeta y la biosfera.
Según los expertos en estos temas (que no yo), cuando un individuo o conjunto de individuos se enfrenta a un cambio positivo, cualquiera que sea la naturaleza del cambio, pasará por distintas fases, y dependiendo de la actitud con que lo acometamos, el cambio será efectivo o no.
La primera fase se denomina optimismo desinformado. Desconocemos los costes necesarios para llevar a cabo ese cambio, sin embargo la idea de contribuir a un mundo más limpio, más sostenible, más verde, es tan altruista y entusiasta que no deja espacio para el pesimismo. Todo el mundo quiere colaborar, aunque no sepa muy bien como.
En una segunda fase nos aborda el pesimismo informado. Se da cuando disponemos de una mayor información, descubrimos las dificultades y los costes que entraña el cambio.
Cada persona tiene su propio nivel de tolerancia al pesimismo: si se excede dicho nivel, se produce el abandono del proceso de cambio. Esta fase implica dudar de la decisión de cambio, mientras que el abandono implica revertir la situación.
La opinión de Wilde, que ha motivado este post, sería un buen ejemplo de pesimismo informado.
¿Y quién no es pesimista cuando vemos que a pesar de las herramientas disponibles de gestión del medio natural, se siguen realizando actuaciones y proyectos incongruentes?
A pesar de que el pesimismo informado es inevitable, no ocurre lo mismo con el abandono, ya que depende del grado de tolerancia que posea cada individuo.
El pesimismo nunca desaparece de forma repentina, se reduce paulatinamente y la persona ingresa en la etapa del realismo optimista. Conocemos las dificultades a las que nos enfrentamos y somo capaces de aportar soluciones.
A medida que vislumbren algunos resultados, se producirá la transición a la fase de optimismo informado que refleja una firme confianza como resultado de una dura lucha hacia el cambio.
El éxito del cambio se basa en el nivel de compromiso. Es un nivel de compromiso individual y colectivo que requerirá tiempo, energías, dinero…
¿A qué estamos dispuestos a renunciar?¿Qué somos capaces de aportar?
Para aquellos que estéis en la segunda fase, mucho ánimo.
(Ya se que lo mío no es la sociología pero un día el pingüino me habló de este proceso y me pareció muy interesante. Witi, me puedes corregir, no te cortes.)
Referencias: "El desafío de la administración del cambio" Luis del Prado; Respuesta a los cambios positivos, pag 65.
Gráfico: dibujado para la ocasión por pingüinolab.