Estos días he leído numerosas noticias y opiniones en torno a la crecida del Ebro. Ha supuesto pérdidas en agricultura, ha anegado áreas urbanas y carreteras, y ha roto las defensas (construídas por el hombre) en algunos puntos de su recorrido.
Cuando en otoño sucedieron las inundaciones en Galicia hablé aquí de cómo se produce la erosión hídrica, y de cómo algunos daños que se producen como consecuencia de los fenómenos naturales se pueden prever y minimizar.
La crecida del Ebro o las avenidas en general son fenómenos que se producen de forma natural en los ríos. Con cierta recurrencia (10, 50 o 100 años, por ej.) se produce una determinada precipitación o un determinado caudal. A la ocurrencia de este suceso en hidrología se le llama periodo de retorno. Y a este aumento de caudal, que se produce en un corto período de tiempo lo llamamos avenida.
Las avenidas tienen una función en el mantenimiento del medio. Incluso en tramos de ríos regulados por grandes presas, es necesario realizar una suelta extraordinaria de caudales cada cierto tiempo que, imitando a la naturaleza, sea capaz de arrastrar sedimentos que se depositan continuamente en el lecho del río. Además de la limpieza del cauce, las avenidas fertilizan los suelos en las márgenes del río, aportan nutrientes a los bosques de ribera, recargan acuíferos y finalmente, con su llegada al mar, contribuyen al mantenimiento de los ecosistemas costeros.
He vuelto a leer en algunos medios, ciertas referencias al desperdicio de ese agua "vertida al mar" y al caduco trasvase del Ebro, con el que se intenta seguir haciendo política desde la ignorancia elevada a grado superlativo. Lo peor no es que lo digan, lo peor es que aún hoy alguien crea que el trasvase del Ebro iba a salvar de la sequía mediterránea a otras cuencas menos favorecidas.
Hace algunos años tuve el placer de escuchar a Pedro Arrojo en una interesantísima conferencia sobre el trasvase del Ebro. Pedro Arrojo, profesor de economía de la Universidad de Zaragoza, fue premio Goldman 2003 de Medio Ambiente (el equivalente al Nobel en Ecología). El profesor Arrojo recibió este premio por el movimiento académico y social a favor de una correcta gestión del agua en la defensa del medio ambiente y por su objeción al Plan Hidrológico Nacional, que fue llevado a Bruselas.
En contra de lo que algunos creen sin base científica alguna, el trasvase del Ebro hubiera supuesto una deuda a todos los niveles. Se trataba de una estrategia energética, ambiental y económicamente insostenible, y que tampoco hubiera solucionado el problema de la escasez en las cuencas receptoras del agua trasvasada.
Ya en EEUU se han dado cuenta hace tiempo de que las grandes obras hidráulicas como presas y trasvases, aunque mejoran la disponibilidad de agua, suponen un grave problema porque alteran la dinámica fluvial hasta tal punto que cuando suceden grandes avenidas, diques y defensas pueden llegar a romperse ocasionando graves daños y pérdidas. Cuando un río está canalizado (se ha modificado su curso natural) y sucede una avenida, el agua discurrirá a favor de la pendiente natural y ocupará su cauce original arrastrando e inundando todo lo que encuentre a su paso.
En el siguiente esquema transversal podéis observar qué figuras administrativas delimitan el área ocupada por el río, sus márgenes e inmediaciones (si pincháis en la imagen podréis ver las definiciones de las mismas).
Se considera dominio público hidráulico el área permanentemente ocupada por el río y el área calculada para avenidas ordinarias. Queda por tanto excluída la llanura de inundación o zonas susceptibles de ser inundadas por avenidas extraordinarias (por su menor recurrencia en el tiempo) de este dominio público hidráulico, aunque el Gobierno tiene la potestad de limitar el uso de estas zonas pasa asegurar la seguridad de personas y bienes.

Esto es la teoría.
En la práctica puedes comprar una casa en un área que antes ocupaba un cauce, sin que nadie te avise, porque por supuesto nadie opuso impedimento alguno al constructor, ni le dijo que estaba construyendo en la llanura de inundación del antiguo cauce (o cauce natural).
Este es un problema que también se da en cauces no canalizados (es decir, naturales) en los que se levantan defensas y diques que en crecidas menores son efectivos. Se construyen con un resguardo de seguridad pero frente a avenidas extraordinarias pueden romperse y desbordarse ocasionando daños mayores que si esas barreras no naturales no hubieran existido.
No sufriríamos estos problemas si se adjudicara un dominio público hidráulico más racional (al río no se le pueden poner barreras) o bien si se respetara "de hecho" la llanura de inundación para avenidas extraordinarias de los cauces naturales.
España es el país con mayor número de presas por habitante.
Si construir más presas no es la panacea para frenar las avenidas (algún día me extenderé sobre este tema) la correcta ordenación del territorio debería ser prioritaria así como una gestión más racional del agua.
En conclusión: las avenidas son fenómenos naturales cuyos beneficios sobre los distintos ecosistemas asociados a los ríos aportan valiosos beneficios a la sociedad.
Donde nos estamos equivocando es en la gestión del agua y en el uso del suelo.
Referencias: notas de prensa de la Fundación Nueva Cultura del Agua [1], [2] (enviado por David). Recomiendo su lectura.
Relacionado: La llanura de inundación del Ebro.
foto: Navarra. Desbordamiento río Ebro de Javieroso, CC/ esquema mma.es