
Al principio los rendimientos se multiplicaron, beneficiándose las industrias alimentarias y la población, claro está, pero posteriormente los niveles de producción han ido descendiendo. El suelo es un recurso renovable pero no inagotable. La producción desciende por el empobrecimiento sucesivo de nutrientes del suelo, que además va acumulando los productos sintéticos que son aplicados alterando la composición y estructura de los ecosistemas circundantes. Este descenso en la fertilidad de los suelos, el impacto ambiental producido unido al elevado gasto en productos fitosanitarios, hacen insostenible la agricultura convencional.
Me he preguntado muchas veces si la agricultura ecológica podría ser una solución a gran escala y a pesar de no ser una experta en este tema después de observar como funciona un huerto ecológico no me resulta difícil imaginar como sería su aplicación a una escala mayor.
En la agricultura ecológica no se usan productos químicos sintéticos, ni sobre el suelo ni sobre la planta. Tampoco se hace uso de plantas genéticamente modificadas (transgénicos). Entonces, ¿como se optimiza el rendimiento de una cosecha?: Cuidando del suelo en lugar de cuidar de la planta.
En la agricultura ecológica la plantación y el suelo forman un equilibrio perfecto. Para alcanzar este equilibrio se requiere una recorversión del terreno y una correcta planificación. Esta planificación consiste, entre otras cosas, en cultivar especies coherentes con el tipo de clima y efectuar una rotación o alternancia de cultivos adecuada. También se contempla la asociación de cultivos compatibles que optimicen la cosecha. Por ejemplo si plantamos judía junto a la planta de maíz, el maíz servirá de tutor a la judía, que es una trepadora, evitando así el uso de tutores de otra naturaleza con los beneficios que supone para la propia producción la asociación gramínea (maíz)-leguminosa (judía).
Las adecuadas rotaciones y asociaciones cuidan de la fertilidad del suelo a la que se puede contribuir con abonados de compost en lugar de los abonos sintéticos que se usan en la agricultura convencional. Las plagas son evitadas mediante la alternancia de cultivos y mediante el equilibrio que se alcanza tras la reconversión del terreno donde es fácil que un organismo que pueda ocasionar una plaga cuente con depredadores capaces de regular su proliferación. En la agricultura convencional este control de plagas se realiza mediante venenos que alteran el ecosistema de tal forma que no existen depredadores que puedan colaborar de forma natural al control de la plaga.
Alcanzar este equilibrio que supone una explotación ecológica puede llevar entre 3-4 años por lo que al principio los agricultores suelen tener pérdidas. Sin embargo, transcurrido este tiempo parece demostrado que la agricultura ecológica es perfectamente capaz de satisfacer la voracidad del primer mundo así como el hambre del tercero puesto se trata de una práctica sostenible y equilibrada con el entorno.
En este enlace se hace referencia a un artículo de la revista Nature, que no he podido encontrar, sobre un estudio en la rentabilidad de cultivos convencionales vs. ecológicos. Los resultados, al cabo de 15 años, fueron favorables para los ecológicos. La producción en peso y la rentabilidad económica fue similar, sin embargo los beneficios sobre el entorno y la calidad de los alimentos derivados de los cultivos ecológicos los convierte en la mejor alternativa.
Víctor me contaba que son numerosos los agricultores que se están decidiendo a dedicar una pequeña parte de sus terrenos a la agricultura ecológica. Esperemos que estas practicas se extiendan y que podamos disfrutar de alimentos de mejor calidad en el mercado y de un medio ambiente más sano. De momento, estas etiquetas son las que sirven para identificar los productos que han sido producidos bajo estándares aceptados por los distintos consejos oficiales (europeo y nacional por comunidades autónomas):